Con los ecos de las brutales canciones de Grave Digger resonando en mis oídos, ¡inmenso concierto!, me he dispuesto a celebrar con mi familia y amigos, más un montón más de otras familias y amigos (je), el cuarenta cumpleaños de un gran amigo.
Torneo de pádel múltiple, reunión de unas cincuenta personas para comer, y día compartido entre charlas, promesas que no sé si cumpliré, regalos emotivos regados por alguna lagrimilla y muchos profundos sinceros abrazos (sí, así, sin comas porque no se deben pausar las emociones que merecen la pena) que me han hecho olvidar el cansancio... y vivir, como quiere mi amigo.VIVIR.
Música, familia, amigos. Ayer, hoy, siempre. Emociones propias, que guardas celosamente en tu interior o compartes con las personas que te importan. No pensar si estás todos los días con alguien o hace un montón de tiempo que no le ves pero parece que nunca se ha alejado más de dos pasos de tu lado. Esa es la vida que quiero vivir, que necesito vivir.
Gracias a todos por esas emociones, por aguantar mi mal humor, mi hastío, mi cansancio, mi rareza, mi... yo.
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