De regreso a casa desde casa de mis padres me he subido en el autobús de la línea que tantas veces he cogido, y cogeré.
Dado el destino y las horas de un sábado tarde, los asientos posteriores están ocupados por adolescentes hiperestirados que, beneficios de su inconsciencia, se creen los reyes del mambo. Como dice mi gran amigo Carlos, se creen culo y no llegan a pedo.
Pues bien, cuando he subido al autobús he buscado un sitio libre mientras iba avanzando hacia la plataforma trasera cuando, oh casualidad, he visto que en los asientos enfrentados de la parte trasera, ocho, viajaban siete de estos individuos.
Uno de ellos, no estaba dispuesto allevar sus largas piernas encogidas y las tenía estiradas con sus pies ubicados en el asiento libre.
Pues ha resultado que yo, habiendo más sitios libres, y fruto de mi madurez que hace que me resbale ya casi todo, me he parado delante del grupo haciéndoles saber que quería ocupar ese asiento y no otro, con lo cual el tierno imberbe, con un gorro similar al que llevan los jubilados cuando llueve calado hasta las cejas, no ha tenido más remedio que hacer caso a sus amigotes, no vaya a ser que él se diese por aludido, y ha retirado sus piernas.
Y ya veis, mientras viajaba entre ellos he escrito estas líneas a la vez que me reía de ciertas dudas gramaticales que les surgían a la hora de construir frases y conjugar verbos en una conversación carente de preocupaciones ( qué envidia).
Volviendo al título, a veces me entran dudas sobre si mi profesión tiene sentido en estos días... y la respuesta es un categórico SÍ, toda vez que la sociedad parece que se ha olvidado de la educación y el respeto hacia los demás y priman otros valores como el liderazgo y el éxito profesional por encima de todo, pero de eso ya hablaré otro día.
sábado, 26 de octubre de 2019
Educación
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